Homo sapiens

Durante las reconciliaciones, los bonobos utilizan el comportamiento sexual como mecanismo para superar la agresión. No es que esta función no se dé en otros animales -o en los seres humanos-, pero el arte de la reconciliación sexual bien puede haber alcanzado su pico evolutivo en el bonobo. Para estos animales, el comportamiento sexual es indistinguible de la conducta social. Dado su establecimiento de la paz y funciones de apaciguamiento, no es de extrañar que las relaciones sexuales entre los bonobos se produzcan en muchas combinaciones de socios, incluso entre jóvenes y adultos. La necesidad de la coexistencia pacífica, obviamente, no se limita a parejas heterosexuales de adultos.
Francis B. M. de Waal


El sexo es divertido, simpático y nada trascendente. O podría serlo, si nos permitiéramos (re)configurarlo como acto erótico maduro que da sentido a la existencia, aquello con la potencialidad de unir a las personas y crear comunidades con vínculos duraderos. Entonces, ¿qué tan utópico es lo utópico en la utopía erótica? ¡Ay de mí con este agridulce estire y afloje del permitirse y no permitirse! *Favor de insertar aquí motivos personales para permitirse y no permitirse en el terreno del sexo* 

Para echarle más leña al fuego, nuestra cultura sigue empeñándose en mantenernos al borde de la locura al saturarnos constantemente con imágenes que incitan a consumir un sexo de aparentes límites desdibujados. Parece ser que las únicas advertencias en los productos sexuales son aquellas leyendas que destacan lo nocivo que resulta el abuso en su consumo, siempre en el intento de glorificarlos a través de la condena. Pero, ¿cómo sobrevivir a estos dobles mensajes?

El Homo sapiens ha sabido sobrevivir a todo (es casi como una cucaracha). El uso de sistemas lingüísticos sofisticados le permitió crear discursos, y los distintos discursos sobre el sexo obligan a las personas a pensarlo y a definirse en torno a él. Respecto al sexo, hay que ser algo: víctima o verdugx; homosexual, heterosexual o bisexual; hombre o mujer, castx o promiscux, activx o pasivx; y hay que vivir, necesariamente, según lo que se es. Más allá de inventar políticas correctas sobre el sexo, la sexualidad es y debe ser considerada como una vivencia subjetiva, íntima y emocional, difícilmente clasificable... un estado del ser.

Tanto la homosexualidad como la bisexualidad, e incluso la consagrada heterosexualidad hegemónica, son mitos (mythos, narración transmitida oralmente y mediante libros “sagrados”); invenciones de nuestra cultura, patrañas, retazos históricos, el resultado de una época y de unas condiciones sociales determinadas, meros productos del complejo entramado social desarrollado por el Homo sapiens y su gran lóbulo frontal.

Existen cientos de historias escritas por cientos de autorxs, cada unx de ellxs planteando un nuevo totalitarismo moral: médicxs, sexólogxs, psicoanalistxs, forensxs, criminólogxs, familia, sacerdotxs, docentxs, y un largo etcétera... Pequeñxs Homeros y Homeras escribiendo y contando, una y otra vez, la misma historia sobre el placer y el afecto, los mismos mitos. Y los mitos se vuelven realidad en el imaginario colectivo. Como plantea el buen Foucault, no son más que neoformas de ejercer el poder abanderando el discurso de la sexualidad oprimida. 

La sexualidad implica el autoconocimiento corporal, la conciencia sobre el amor y el cuidado hacia lxs otrxs, definir límites personales, así como el desdoblamiento del erotismo. 

Las etiquetas y los estereotipos cumplen una función identitaria en la construcción de la sexualidad, pero deben ser tomadas como lo que son, “muletillas”, “chascarrillos”, ejercicios lingüísticos que posicionan, pero que no determinan los universos subjetivos de una persona. 

Yo me construí homosexual. De haber nacido antes de 1973, la Asociación Americana de Psiquiatría me hubiese llamado enfermo. Eso no quita que hoy, en pleno siglo XXI, los homosexuales nos sigamos viviendo patologizables, sólo que sin la legitimación de un catálogo de trastornos mentales.

Las identidades son un continuo, un espacio abierto a las posibilidades. Siempre estamos mutando. Pero a veces sólo nos queda nadar bajo la misma corriente... ¿será por nuestro deseo constante de unión y pertenencia? Lxs individuos tenemos Facebook, Twitter, Whatsapp e Instagram, lugares donde la maleabilidad de las imágenes favorecen procesos de psicologización, donde también existimos a través de la mirada voyeur de lxs espectadores...

Ahora el erotismo dejó de ser privado para pertenecer al espacio público, esa plataforma donde podemos gritarle al mundo nuestra desnudez, ser más reales que lo real, construir múltiples identidades, resignificar etiquetas, crearnos en estereotipos más positivos, humanizarnos, dejar de ser patologizables. Honremos las memorias de lo que fuimos y miremos hacia un futuro donde las nuevas identidades no limiten nuestro sentir, sino al contrario, que se conviertan en mecanismos de acción que nos ayuden para superar las agresiones y a coexistir pacíficamente, donde yo me pertenezca y les pertenezca a otrxs desde la fraternidad y la sororidad. Dicho de otro modo, donde podamos llegar a ser más bonobos y menos Homo sapiens.




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