Yo también aborté
No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas
imponer a la libertad de mi mente.
Virginia Woolf
A los médicos siempre nos ha gustado
jugar a ser dioses, hacer hasta lo imposible con tal de equilibrar
las fuerzas que vulneran los cuerpos ajenos, decidir por ellos y someterlos a
nuestro juicio. Para eso fuimos entrenados.
Pero, ¿cuáles son las experiencias que
determinan nuestros vínculos de apego psicótico con los otros cuerpos?
Sigo sin una respuesta concreta. No sé si se debe a las cátedras de anatomía y fisiología
humana donde se expone la maravillosa complejidad biológica del ser
humano; o a la influencia de personas como mi abuela Testiga de Jehová que consideraba a los médicos
instrumentos evangelizadores en la tierra o bien, a la combinación perfecta de
ambas. Lo que sí me queda claro es que desde el saber judeocristiano (y médico),
vivir la sexualidad en torno al placer trae consigo consecuencias dolorosas. Y
como cada vez asusta menos el pensarse condenado en el infierno, la medicina
optó por adecuar herramientas discursivas alineadas a las metáforas de los
infiernos terrenales: el VIH/SIDA y otras infecciones
de transmisión sexual, así como los embarazos no deseados.
Y a la hora de dictaminar la severidad
del castigo, se discrimina por tipos de cuerpos. Existen los privilegiados,
como los masculinos, y existen los criminalizados, como los femeninos.
El mensaje terrorífico es claro: si
eres mujer, corres el riesgo de sumarte a la cuota de siete feminicidios al
día, o morir en un accidente automovilístico por desafiar las normas de la novia
ejemplar, o que tu agresor sexual sea exonerado porque la ley no consideró
que tenía intenciones de copular... Si ocurre embarazo, es tú responsabilidad.
Es aquí cuando el aborto voluntario nos
caga la existencia. El aborto rompe esquemas. El aborto es la materialización
del rechazo a las imposiciones sobre el cuerpo de las mujeres: porque
hacerse protagonistas de sus propias historias siempre incomoda.
Desde la perspectiva legal, el aborto
voluntario es un delito con causales de exclusión de responsabilidad
penal o de no punibilidad. Dicho en otras palabras,
existen vías legales por las cuales una mujer puede tener acceso a un aborto
seguro. Estas son: 1) violación sexual, 2) imprudencial o culposo, 3)
peligro de muerte, 4) alteraciones genéticas o congénitas graves al producto,
5) salud, 6) inseminación artificial no consentida (como en "Jane the
Virgin", sólo que Jane no ejerció su derecho al aborto legal y seguro, prefirió la vía del amor romántico), 7) causas económicas, y 8) voluntad de la mujer hasta las 12
semanas de gestación.
La Ciudad de México cuenta con 6 de las
8 causales legisladas en todo el país, mientras que Querétaro y Guanajuato
solamente cuentan con 2. Todos los estados de la República Mexicana comparten
la causal violación sexual (para más información sobre cómo
hacer valer tu derecho a un aborto legal y seguro por violación sexual visita
www.andar.org.mx).
A partir del 2008 y en respuesta a la despenalización del
aborto en la Ciudad de México, ha existido una importante oleada de reformas en
las constituciones locales de algunas entidades federativas para proteger la
vida desde el momento de la "concepción". Estas reformas
tienen la intención de limitar los derechos reproductivos de las mujeres y
evitar el acceso al aborto legal y seguro, además de servir como obstáculo para
futuros intentos por ampliar causales o despenalizar el aborto.
Me entristece que el personal de salud
denuncie a las mujeres por delito de aborto, cuando este es un derecho
humano. Somos médicos, no jueces. Las personas tienen el derecho a saber que los tratamientos de aborto modernos son altamente seguros y efectivos cuando son realizados por personal de salud capacitado y en contextos legales no restrictivos (la tasa de letalidad por aborto legal es de 0,7/100 000; Organización Mundial de la Salud, 2012).
El pasado mes de marzo cumplí cuatro
años acompañando a mujeres en situación de aborto voluntario. Jamás imaginé que
estudiar medicina me colocaría en este lugar, al que hoy considero un
espacio privilegiado. Definitivamente soy un antes y un después
del aborto.
Por supuesto que no ha sido una
transición sencilla. Dedicarse al aborto voluntario implica sensibilizarse a
todas las manifestaciones de vida, trascender más allá del contenido de un
útero, visibilizar las historias y espejearse en ellas. Las mujeres que
abortan son mujeres amadas y respetadas, son mujeres como tú, no
aquellos monstruos que la sociedad nos presenta.
Con el paso del tiempo descubrí que yo
también aborté. Aborté las expectativas que otros depositaron en mí al
momento de estudiar medicina. Aborté mis propias expectativas. Aborté una relación afectiva violenta. Aborté
insultos para después resignificarlos en formas alternativas de construirse en libertad.
El espíritu que buscamos en el agua es
el reflejo de nuestro propio rostro. Al mirarme a través del aborto aprendí a
mirar mi humanidad, tan oscura y brillante a la vez.
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